Ya hemos dejado de
producir, de estudiar y de trabajar en pos de nuestra felicidad,
ahora lo hacemos para alimentar a ese monstruo que hemos creado en
nuestro miedo de reconocer nuestra parte mas débil pero realmente
humana.
No somos lo que queremos,
sino lo que el dictador invisible quiere. Nuestra producción no se
orienta a nuestra satisfacción sino que sirve de alimento para ese
ente represor que denominamos mercado, lo que recibimos no son mas
que migas para sobrevivir y seguir alimentado a ese inmundo ser.
Nunca dejamos de trabajar, descansamos poco y vemos frutos
escasos de nuestra gran labor.
No estudiamos lo que nos
gusta sino aquello que tiene salida, dicho de otra forma aquello que
es útil para alimentar a la criatura. Nos torturan y nos torturamos
con ideas y conceptos abstractos ajenos a nosotros que tratan de que
veamos la realidad por medio de un lente que oculta todo el dolor de
vivir de tal forma. Lo importante es negar el sufrimiento de vivir
deshumanizadamente y formar gente capaz de alimentar al tirano que
cada día pide mas.
El arte ya no es arte,
deja de ser la materialización mas pura del sentimiento humano para
convertirse en una mera mercancía. Lo bellamente humano no existe
mas, solamente existe lo horrendamente productivo.
Desde que podemos recordar
somos educados para ser útiles, esto implica verse como un engranaje
de una gran maquina que es la sociedad de mercado.
Somos unos seres
individualizados al extremo, donde solo nos relacionamos para
producir. El sistema nos vuelve unos contra otros sacando lo peor de
nosotros mismos, los sentimientos mas destructivos del hombre. Que
estupidez mas grande el intentar hacer creer que somos egoístas por
naturaleza.
Los sentimientos mas
nobles del ser humano quedan resignados a la privacidad, a esos
miseros momentos libres que tenemos. Solamente somos humanos en una
mínima porción de nuestras vidas, el resto del tiempo somos unos
seres angustiados negándonos constantemente de miles de formas la
realidad.